miércoles, 20 de mayo de 2009

Un presentimiento


Tengo, desde hace días, un extraño presentimiento...como si viniera una tormenta.... y yo no puedo correr.

lunes, 18 de mayo de 2009

lunes, 4 de mayo de 2009

Abuelos


Diganme, ¿que se siente tener abuelos?.
Me cuentan que engrien niños, que repiten siempre las mismas anécdotas, que se olvidan donde ponen las cosas, que no se mueven ni piensan tan rápido como debieran... Me explican que sufren de muchas enfermedades, que poco a poco van como desapareciendo, como "perdonando al tiempo"... Hummmm si yo hubiera tenido abuelos!! estaría todo el tiempo posible con ellos, trataría de recordar siempre lo que dicen, lo que enseñan...escribiría un libro con sus relatos...jugaría con ellos, los haría moverse conmigo, los ayudaría a buscar las cosas que no encuentran y nos divertiriamos mucho al hallarlas....Si yo hubiera tenido abuelos....

domingo, 3 de mayo de 2009

El pino de El Comercio

HOy en EL DOMINICAL de El Comercio se ha publicado un artículo escrito en 1909. Comparto con ustedes algunas líneas, ya que seguramente coincidirán en encontrar varias similitudes con mi propia historia :


Por: Racso *

Hacía más de medio siglo que el pino estaba allí, en el patio, enclavado en la tierra profundamente, balanceado en el aire, sobre la techumbre plana de la casa, la simetría redonda de las ramas. Vigoroso y lozano, se elevaba veinte metros, verde y sereno, oponiéndose a los vientos variables la rectitud de su tronco altivo. Pero un mal misterioso atacó de improviso su cuerpo cilíndrico, y el árbol, enfermo de tristeza, extrañando la alegría luminosa y fragante de los campos que nunca vio; pero que presintiera acaso, en los ensueños misteriosos de sus oscura alma vegetal, comenzó a languidecer, a desecarse, muriendo, al fin, marchito, hace cerca de seis años.

(...)

Esta es la biografía del árbol derribado ayer para siempre, la biografía que nosotros, los hombres, hemos trazado, recordando las vicisitudes de su vida física, interpretando los hechos materiales de su existencia visible. Pero si el pino hubiera podido hablar, si le hubiera sido dable estampar en caracteres impresos la verdadera historia de su vida, muchas cosas útiles y curiosas habrían aprendido los limeños que lo conocieron.

(...)

Resueltamente derecho, contenido en sí mismo, deseando solo la rectitud, contento con la restringida perfección de su cilíndrica forma geométrica, sereno y silencioso, solitario y altivo como un estoico, ¡cuántos hechos trascendentales, cuántos sucesos importantes habrá contemplado el pino de El Comercio, desde la altura dominadora de sus más elevadas ramas!
Ese pobre pino destruido, que no volverá a crecer más sobre la tierra, ha asistido a la gradual transformación de Lima. Fue de los primeros pasajeros que condujo el ferrocarril del Callao, único en el Perú, por entonces; arraigó en nuestro suelo, cuando el gas surgía victorioso, desalojando a las luces vacilantes de los amarillentos faroles de petróleo, y ha muerto cuando el moderno alumbrado eléctrico impone a las tinieblas su luz. Contempló la ciudad cuando había que ir a buscar a las plazas públicas agua que beber; cuando sobre el empedrado de las calles corría, por acequias descubiertas, la indispensable para el aseo doméstico. Vio surgir el primer banco de emisión y luego el papel moneda, que se hundió en nacional catástrofe, para que volviera la plata tras prolongado eclipse y la moneda de oro se impusiera al fin. Sintió la respiración fatigosa de las bestias halando los pesados tranvías de tracción animal que nacieron en su tiempo, y también la campana atimbrada de los eléctricos y el resoplar mecánico de los automóviles que vinieron después. Presenció las constantes vicisitudes de nuestra vida patria mirando aterrorizado y suspenso las luchas fratricidas españolas en las calles de Lima, y palpó sus terribles consecuencias, que aún sufrimos y sufren más duramente que nosotros aquellos hermanos nuestros del sur que gimen extranjeros en su propia patria.

¡Pobre pino muerto!, ya no balancearás tus ramas móviles bajo los cielos infinitos; ya no palpitará tu tronco acariciado por el cálido beso del padre sol, ya no erguirás en la noche silenciosa el misterio de tu forma, bajo los rayos plateados de la luna, ni el viento errante cantará su música en las fibras sonoras de tu corazón de madera. Despedazado, hecho leña, servirás para alimentar el fuego ardiente de los hornos del trabajo, para iluminar con la claridad de tu llama a los mismos hombres que alegraste con el verdor de tu vida.

[*] Óscar Miró Quesada de la Guerra (director general de El Comercio, desde la devolución tras la confiscación, hasta su muerte. Por largas décadas presidente del directorio. Este artículo fue publicado originalmente hace un siglo, en 1909).